Bienvenidos a una nueva entrada, me llamo mucho la atención
que en clase de Lingüística se hablara de este bello ser llamado Tlanchana, característico
de mi bello pueblo mágico Metepec, pero antes de compartirles la historia debo
anunciar que en este mismo municipio se llevará a cabo el festival cultural de
la Quimera como todos los años del 11 al 20 de octubre, así que también les
estaré contando mi experiencia una vez que asista a los eventos: Programa de la Quimera 2019
Bueno ahora si
comencemos:
LA
LEYENDA DE LA TLANCHANA
Hace más de 11 mil años, Metepec (cerro
de magueyes, en náhuatl), en el Estado de México, era una zona lacustre,
repleta de pantanos y nueve lagunas que estaban rodeadas
por comunidades matlazincas, que se asentaron principalmente cerca
de Xinantécatl (Nevado de Toluca) y Chignahuapan (río
Lerma).
Cuenta la antigua
leyenda que mucho antes que los mexicas invadieran el Valle
Matlazinca, una extraña deidad gobernaba dicha región. Se trataba de una
reina que era mitad mujer y mitad serpiente. Todos la conocían como
la Tlanchana. Su nombre proviene de las palabras en
náhuatl: atl (agua), tonan (madre)
y chane (espíritu mágico).
Se dice
que Tlanchana pasaba los días sobre un islote y los lugareños
contemplaban, escondidos detrás de los árboles de tule que había en
la laguna, a la hermosa mujer. La soberana siempre estaba desnuda,
tan sólo llevaba consigo una corona y varios collares, así como un cinturón
adornados con peces, acociles y ajolotes.
Aquella reina tenía
un carácter muy inestable, era posesiva y vengativa. Cuando estaba
contenta presumía su cola de serpiente negra, lo cual era un buen augurio para
los pescadores, porque les permitía tener abundancia de peces entre
sus redes. Si se enamoraba de algún humano, su cola se convertía en un par de
piernas y salía del agua para buscar a quien atrapó su mirada, pero
si el sujeto no hacía caso de su belleza, entonces empleaba su cola de reptil
para enredarlo y llevarlo a mitad del lago, donde lo ahogaba.
Los siglos
transcurrieron, las lagunas se secaron y los conquistadores fundaron la Nueva
España.
Muchos siglos después, el canto de la Tlanchana aún sigue cautivando
a los metepequenses, quienes le manifiestan devoción y cariño, prueba de
ello es el monumento que colocaron en su honor en el Parque Juárez, el más
importante de esa ciudad que continuará por siempre el romance con
su sirena.
OTRA VERSIÓN:
Cuenta la leyenda
que hace algunos miles de años, en Metepec, en aquellos tiempos
zona pantanosa y lacustre, la tierra de las nueve aguas, solía aparecerse una
hermosa mujer que entre collares de flores que cubrían su pecho tenía de la
cintura para abajo forma de víbora. La historia refiere a varios pescadores que
lograban verla y posteriormente relatan que se metía al agua, surgiendo así la
leyenda de esta mujer que fue llamada tlanchana (atl :
agua, chane: espíritu, duende o habitante). Algunos suponían que era la
personificación de Chalchiuhtlicue, diosa de las aguas, y desde sus
canoas la invocaban para venerarla.
Cuentan pues que de
ella procedían todos los seres marinos de la zona, peces, ranas, axolotes,
acociles, no obstante no todo era bondad, pues también cuentan que
eventualmente dejaba el cuerpo de víbora y con piernas humanas salía de su
reino para buscar algún varón al cual seducir y llevarlo al fondo del agua, o
se lo llevaba a las cuevas de los cerros cercanos y desde ahí descendían hasta
los ríos subterráneos.
Durante la evangelización, los frailes se enteraron
de La Tlanchana, y el asunto de la mitad de víbora
negra les pareció asunto del demonio. Con el paso del tiempo la cola de víbora
se transformó en cola de pez y La Tlanchana entonces
se convirtió en sirena. La actividad acuática preservó las apariciones de la
criatura durante siglos, pero el mito pareció extinguirse cuando “ las nueve
aguas” se secaron.
La tradición alfarera
de Metepec y el mito de dicha deidad se conjuntaron y debido a
ello es que en la actualidad es posible mantener esta leyenda viva en forma de
sirenas de barro, tanto así que se ha adoptado como una pieza infaltable en la
iconografía del pueblo o en los talleres con diferentes representaciones e,
indistintamente se le puede ver con la mitad del cuerpo como pez o como víbora.
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