LA CEREZA DE
GILBERTO OWEN
Mis queridos lectores, sean bienvenidos a esta nueva
entrada, el día de hoy les hablaré de una metáfora, la cuál casi nadie pudo
encontrar su significado en clase de lírica, se trata de un verso de un poema
de Gilberto Owen, que hace referencia a un argot estadounidense, pero antes
de comenzar a explicar esto, me gustaría compartirles el poema completo para
que lo aprecien, y la parte de la metáfora aparecerá subrayada, así mismo
también quiero compartirles el simbolismo de la cereza de acuerdo al
diccionario de símbolos de Jean Chevalier, en fin, comencemos:
Discurso del paralítico
Encadenado al orden.
Abate Brémond Cómo fatiga el orden. Espronceda Encadenado al cielo, en paz y orden, mutilado de todo lo imperfecto, en esta soledad desmemoriada —paisaje horizontal de arena o hielo— nada se mueve y ya nada se muere en la pureza estéril de mi cuerpo. Sólo la ausencia. Sólo las ausencias. A la luz que me ofusca, en el silencio del aire ralo inmóvil que me envuelve en las nubes de roca de este cielo de piedra de mi mundo de granito, sólo una ausencia viuda de recuerdos. Pues quise ver la lumbre en las ciudades malditas. Quise verlas flor de fuego. Quise verlas el miércoles. Al frente no me esperaba ya sino un incesto y el carnaval quemaba en sus mejillas y el último arrebol de mi deseo. Aquí me estoy. La sal va por mis brazos y no llega a mis ojos, río yerto, río más tardo aún que la cisterna del pulso de mi sombra en el espejo, camino desmayado aquí, a la puerta de mi Cafarnaúm, allí, tan lejos. No ser y estar en todas las fronteras a punto de olvidarlo o recordarlo todo totalmente. En mi lenguaje de crepúsculos no hay ya las voces mediodía, ni altanoche, ni sueño. Por mi cuerpo tendido no han de llegar las olas a la playa y no habrá playas nunca, y por mí, horizontal, no habrá nunca horizontes. Hosco arrecife, aboliré los litorales. Los barcos vagarán sin puerto y sin estela —pues yo estaré entre su quilla y el agua— 40 noches y 40 días, hasta la consumación de los siglos. (Si tuviera mis ojos, mis dedos, mis oídos, iba a pensar una disculpa para cantarla esa mañana.) Venganza, en carne mía, de la estatua que condené para mi gula al tiempo, a moverse, olvidada de sus límites, a palabras de vidrio sus silencios. Venganza de la estatua envejecida por el fláccido mármol de su seno. Y Conventry. La lumbre que mis ojos en los ijares lánguidos hundieron, Lady Godiva que se me esfumaba muy nube arrebatada por el viento, y era Diana dura, o sus lebreles, o la hija de Forkis y de Ceto. Porque yo tuve un día una mañana y un amor. Fino y frío amor, tan claro que lo empañaba el tacto de pensarlo. Vi al caballo de azogue y al pez lúbrico por cuya piel los ríos se deslizan, lentos para su imagen evasiva. Y tendría también un nombre, pero no logró aprehenderlo la memoria, pues mudaba de sílabas su idioma cuando las estaciones de paisajes. Aún canta el hueco que dejó en mi mano la traslúcida mano de su sombra, y en mi oreja el mar múltiple del eco de sus pausas aún brilla. Huyó la forma de su pensamiento a la Belén alpina o subterránea donde los ríos nacen, y velaron su signo las palomas de Diodona. Y una voz en las rutas verticales del mediodía al mediodía por mis ojos: "Cuando el sol se caía del cielabril de México el aire se quedaba iluminado hasta la aurora." "Las muchachas pasaban como cocuyos con un incendio de ámbar a la grupa, y en nuestros rostros de ángeles ardían canciones y alcoholes con una llama impúdica e impune." "Nuestras sombras se iban de nosotros, amputaban de nuestros pies los suyos para irse a llorar a los antípodas y decíamos luna y miel y triste y lágrima y eran simples figuras retóricas." (¿No recuerdas, Winona, no recuerdas aquel cuarto de Chelsea? El alto muro contra los muros altos, y las cuerdas con su ropa a secar al aire impuro. Y el río de tu cuerpo, desbordado de luz de desnudez, y más desnuda adentro de sus aguas, tú, y al lado tuyo tu alma mucho más desnuda. Y recuerda, Winona, aquel instante de aquel estío que arrojó madura
tu cereza en la copa del amante.
Y el grito que me guiaba en la espesura de tu fiebre, y mi fiebre calcinante entrelazada a tu desgarradura.) Pero la tarde todo lo diluye. La luz revela sus siete pecados que nos fingieron una salud sola y oímos y entendemos y decimos las blandas voces que a la voz repugnan: lágrimas, miel, candor, melancolía. Porque la tarde todo lo dispersa. Todas las mozas del mundo destrenzan sus brazos y acaba la ronda, a las seis de la tarde se sale de las cárceles y están cerradas las iglesias. Nada nos ata a nada y, en libertad, pasamos. Mirad, la tarde todo me dispersa. Que ya despierte el que me sueña. Va a despertar exhausto, Segismundo, un helado sudor y un tenebroso vacío entre las sienes. Pero el premio que habrá en su apremio de sentirse móvil. Alargará las manos ateridas y de su vaso brotará la blanca flor de la sal de frutas. Y en cien gritos repetirá su nombre y todo el día saltará por los campos su alarido. Y por la noche ha de llegar exhausto, mas no podrá dormirse, Segismundo. Que ya despierte. Son treinta y tres siglos, son ya treinta y tres noches borrascosas, que le persigo yo, su pesadilla, y el rayo que le parta o le despierte. Quien lo tiene en sus manos me lo esquiva. |
[ Simbolismo
de la cereza: De acuerdo al diccionario de Símbolos de Jean Chevalier la cereza
es el símbolo de la vocación guerrera del samurái japonés y del destino para el
cual deben prepararse: «romper la pulpa roja de la cereza para alcanzar el duro
hueso, o en otros términos, realizar el sacrificio de sangre y la carne, para
llegar a la piedra angular de la persona humana. (los samuráis) habían tomado
por emblema la flor de cerezo vuelta hacia el sol naciente, símbolo de la
devoción de sus vidas.
La guarnición de los sables estaba ornada
con cerezas: otro símbolo de la búsqueda de lo invisible por la vida interior,
como el Vitriol de las iniciaciones occidentales.
Pero, el simbolismo Oriental, no es
precisamente la explicación de la metáfora:
Aquel instante de aquel estío que arrojó madura
tu cereza en la copa del amante.
tu cereza en la copa del amante.
Sino que en realidad, como dije al
principio, se trata de un argot estadounidense y a la vez refleja parte de la vida del autor, como se puede leer a continuación en un fragmento del libro Señales debidas del autor Guillermo Sheridan editado por el fondo de cultura económica.
Y así podemos decir que la metáfora se
refiere a cuándo una mujer le da su virginidad a su amante.
Esto es todo por el post de hoy, solo quería compartir este
dato ya que muchos se han quedado con la incógnita de saber que significaba la
cereza en el poema y se me hizo interesante el conocer a la fruta por su
simbolismo.
Extra: “La canción de los celulares de juguete”.
La verdad no leí el poema completo, es que me duelen los ojitos y a parte soy muy floja, pero leí una estrofa antes y una después, obviamente no le entendí pero la metáfora me parece muy interesante y gracias por el dato, porque sé que sin él no hubiese comprendido el punto.<3
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